En un país donde la corrupción no solo se tolera, sino que se normaliza, donde los partidos políticos cambian de nombre pero no de mañas, y donde el poder sirve para enriquecerse y no para servir, la pregunta no es quién va a ganar las elecciones. La verdadera pregunta es: ¿Quién va a tener los huevos? Sí, los huevos para hacer lo correcto.

Porque seamos claros: México está podrido. Apesta a impunidad, a pactos bajo la mesa, a discursos vacíos y a manos llenas de dinero sucio. Se llenan la boca de promesas cada tres, seis años. Se toman fotos con sombreros, abrazan viejitas y besan niños con cinismo, mientras por dentro hacen cuentas: Cuántos contratos, cuántos moches, cuántos favores políticos se van a cobrar.

¿Dónde quedó el amor al pueblo que juraron tener? ¿Dónde están los que prometieron transformar, erradicar la violencia, dignificar la vida de millones? Hoy se esconden, se callan, se arrodillan. No ante el pueblo, sino ante los grupos que verdaderamente mandan: los cárteles, los empresarios corruptos, los intereses ocultos. ¿Y el pueblo? Usado, manipulado, anestesiado con dádivas disfrazadas de justicia social.

Sí, los apoyos ayudan, claro. Pero no tapan la violencia, no apagan el hambre real, no devuelven la dignidad. Solo distraen. Y mientras tanto periodistas, colegas valientes, siguen apareciendo en bolsas, asesinados por hacer la chamba que el Estado no quiere hacer: Contar la verdad.


Lo más jodido no es que los de arriba roben. Lo más jodido es que el pueblo, cansado y desesperado, vuelve a creerles. Una y otra vez. Pero no todos. Hay una generación que no está dispuesta a tragar más mentiras. Hay jóvenes con los ojos bien abiertos, con sed de justicia, con el coraje de incomodar, de gritar lo que otros callan. Somos esos que aún creemos que levantar la voz vale la pena, aunque nos cueste caro.

Este país necesita mucho más que discursos. Necesita acción. Necesita líderes, no actores. Hombres y mujeres que no se quiebren ante una amenaza, que no vendan su alma por un hueso. Necesitamos dignidad en los cargos públicos. ¿Es mucho pedir?

México no está muerto. Pero sí está herido. Y si no empezamos a curarlo con verdad, con valor, con rebeldía, entonces sí, lo vamos a perder. Y no se va a perder solo por culpa de los corruptos. Se va a perder también por culpa de quienes se quedaron callados.

Por: Shanté Falcón