Con el arranque oficial de las campañas municipales, el escenario político local vuelve a vestirse de sonrisas falsas, abrazos forzados y promesas recicladas
Xalapa, Ver. - Es la época donde los aspirantes a puestos públicos alcaldías, sindicaturas y regidurías se “bajan del pedestal” y se sumergen, aunque sea por unas semanas, en lo que ellos llaman “contacto directo con la gente”. Lo que para muchos ciudadanos es el día a día, para los políticos es una estrategia de campaña: caminar por calles polvorientas, saludar a comerciantes, tomar café con vecinos y prometer, prometer, prometer.
Los más cínicos ya lo dicen sin pelos en la lengua: “Ya empezaron los baños de pueblo”. Y es que no falta el candidato que, con tal de ganar votos, se arrodilla, lame los pies del electorado y asegura que “ahora sí” trabajará por el bien común.
De pronto, aparecen en colonias que nunca habían pisado, escuchan historias que antes ignoraban y se solidarizan con causas que hace apenas unos meses les eran indiferentes. Se comen una gordita en la esquina, cargan bebés ajenos y hasta ayudan a empujar un carro descompuesto. Todo por la foto, todo por el voto.
Pero la ciudadanía ya no es tan ingenua. Años de decepciones y traiciones han afilado el olfato popular. “Es el mismo circo de siempre”, se escucha en las calles y redes sociales. Porque una vez que el candidato logra el puesto, vuelve a desaparecer. Aquellos que juraron estar siempre cerca, terminan rodeados de asesores, puertas cerradas y agendas llenas. La humildad desaparece tan rápido como se imprimen los cheques públicos.
“¿No que muy del pueblo?”, cuestionan muchos. Y es que en cada campaña parece repetirse la historia: promesas de pavimentación, alumbrado, seguridad, empleo, apoyo a jóvenes, adultos mayores y mujeres. Pero la realidad posterior suele ser muy distinta. Lo que se dice en campaña rara vez se convierte en política pública. El entusiasmo de la propaganda no se traduce en resultados tangibles.
Este año no es la excepción. Ya se ven las camionetas rotuladas, los volantes por todas partes, los mítines con bocinas al tope y los discursos llenos de frases vacías. Las redes sociales están inundadas de publicaciones donde los aspirantes “escuchan al pueblo” y “construyen juntos el futuro”. Mientras tanto, los ciudadanos, entre la resignación y el sarcasmo, observan este desfile con escepticismo.
Pero no todo está perdido. En medio del hartazgo también hay conciencia. Cada vez más personas exigen cuentas, investigan a los candidatos, preguntan de dónde vienen y qué han hecho. Porque si bien las campañas pueden ser espectáculo, el voto sigue siendo un acto poderoso. Y ahí, en la decisión individual, puede estar la verdadera diferencia entre seguir repitiendo el ciclo o comenzar a romperlo.
Ya empezaron las campañas. Vienen los discursos, las sonrisas, las playeras gratis y las promesas imposibles. Pero también viene la oportunidad de exigir más, de no olvidar, y de recordar que el poder que tanto buscan, solo se los da la gente.
Por Shanté Falcón







