“Ya no le grites a Alexa”. La asistente de Amazon reconoció que la interrupción que dejó fuera de línea a múltiples plataformas fue consecuencia de una falla de software y un error en la fuente de administración de los sistemas de Amazon Web Services (AWS). 

El incidente se originó en la región de Virginia, Estados Unidos, una de las más grandes de AWS, y bastó para desconectar durante horas a bancos, servicios de gobierno, apps de pago, videojuegos y aplicaciones globales, incluyendo plataformas como WhatsApp o Coinbase. La lección fue brutal y evidente: si el proveedor de nube falla, el mundo falla con él.

El problema reveló que tenemos una dependencia desmedida de un mismo gigante tecnológico. Gobiernos, empresas, vida diaria, finanzas, entretenimiento, trámites, todo en manos de un solo punto de control. Todo en un mismo cuello de botella.

La caída de AWS nos mostró que hemos construido la vida digital sobre un modelo centralizado que presume ser “infalible”, pero que puede tambalearse por un error tan básico como el de hoy.