La Opinión Incómoda
Néstor Vázquez Pineda
El pasado 1º de junio se llevaron a cabo las elecciones más grandes en la historia del país… y a pesar de toda la propaganda, los millones gastados y los discursos “inspiradores”, la mayoría de mis conocidos no votó. No por flojera, sino por decepción.
Muchos adultos dicen que los jóvenes somos apáticos, pero eso no es verdad. La mayoría de nosotros estamos hartos. Hartos de ver las mismas caras, las mismas promesas y los mismos resultados: nada cambia. ¿Cómo confiar en políticos que solo aparecen en tiempos electorales? ¿Cómo creer en campañas que suenan bonitas pero se olvidan al día siguiente de ganar?
Durante las semanas antes de las elecciones, vimos espectáculos mediáticos disfrazados de propuestas. Pero ¿quién habló realmente de salud mental, de oportunidades reales de empleo, de educación digna? Nadie. Por eso muchos decidieron no votar. Porque no se sintieron representados. Porque da igual quién gane si todo sigue igual.
No es desinterés, es desilusión. No es rebeldía, es cansancio. Y aunque sé que hay jóvenes que sí creen en el cambio desde las urnas, también entiendo a quienes ya no esperan nada de este sistema.
Ojalá los políticos dejaran de culparnos por su falta de credibilidad y empezaran a escucharnos de verdad. Solo así recuperarían lo que han perdido: nuestra confianza.
