Néstor Vázquez Pineda

A todos nos enseñan a cuidar nuestro cuerpo: cepillarnos los dientes, comer sano, hacer ejercicio. Pero ¿Cuándo nos enseñan a cuidar nuestra mente? Casi nunca. La salud mental sigue siendo un tema ignorado, invisibilizado o, peor aún, ridiculizado.

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Vivimos en una sociedad donde decir “me siento mal” o “tengo ansiedad” todavía se ve como exageración o debilidad. A muchos nos han dicho frases como “échale ganas”, “eso es cosa de flojos”, o “estás inventando”. Pero no estamos inventando. Estamos pidiendo ayuda.

Según datos de la Secretaría de Salud, uno de cada cinco adolescentes en México presenta síntomas de depresión o ansiedad, y muchos ni siquiera lo saben. ¿Y si lo saben? Muchas veces no tienen acceso a apoyo. En mi preparatoria, por ejemplo, solo hay una psicóloga para más de 1,000 alumnos. Obviamente no alcanza.

Lo más grave es que hay personas que llegan al límite, y ni así son tomadas en serio. Se habla del suicidio solo cuando ya es tarde. De hecho, el suicidio es ya la tercera causa de muerte entre adolescentes en México, según el INEGI (2023).

Mientras tanto, se sigue sin invertir en atención psicológica, sin hablar del tema en casa, sin enseñar a escuchar ni a acompañar. Y los pocos espacios que existen están sobrecargados o mal financiados.

Ya basta de minimizar el sufrimiento emocional. La salud mental es tan importante como la física. Hablar de ello no debería ser un tabú, sino un acto de cuidado, empatía y valentía. Porque no se trata solo de sobrevivir… se trata de vivir bien.