Tamaulipas sorprendió e inquieto, durante el desfile cívico militar del 20 de Noviembre, aparecieron tres vehículos que evocaban algo más oscuro que la Revolución Mexicana.
Estos eran unas imitaciones de los conocidos “monstruos”, las camionetas con blindaje rústico utilizadas por grupos del crimen organizado.
Los niños y niñas, sonrientes y entusiastas, iban arriba de estas estructuras improvisadas.
Pero porque una escuela primaria ha decidido disfrazar carros particulares como vehículos tácticos artesanales.
Esto simplemente revela un síntoma preocupante, la violencia no solo se vive, también se normaliza al punto de convertirla en decoración para un desfile patrio.
En un estado que ha visto pasar convoyes reales de estos mismos vehículos, hechos con placas de acero y diseñados para resistir balas de grueso calibre, ¿de verdad es adecuado que una comunidad educativa los convierta en parte del “folclor” del 20 de Noviembre? ¿Qué mensaje reciben los niños? ¿Qué mensaje enviamos como sociedad?
Mientras las familias aplaudían, quizá con el corazón puesto en la participación de sus pequeños, las imágenes contaban otra historia, la de un territorio donde la estética del narco ha penetrado tanto que ya puede aparecer en actos cívicos sin levantar alarmas inmediatas. Y eso es, justamente, lo alarmante.
Tamaulipas necesita muchas cosas: memoria, civismo, reconstrucción social. Lo que no necesita es ver cómo los monstruos del presente se disfrazan de tradición.


